viernes, 9 de enero de 2009

De paquete a Prosinecki

Siendo todavía un niño comencé a vislumbrar que mi futuro como astro del deporte no daría mucho más de sí. Debí darme cuenta de ello cuando en el equipo del pueblo (y eso que éramos 4 niños y un perro), preferían que jugara de portero. Los habituales 18 goles que encajaba por partido también fueron una señal.

Al cabo del tiempo, ya con 13-14 años, descubrí que mi gran afición no estaba ligada al fútbol, sino al baloncesto. Aprovechando que la genética me dio algunos centímetros más que al resto de mis coetáneos me inscribí en una escuela deportiva y desde allí di el salto, ni más ni menos, al C.B. Elda.

A medida que pasaba el tiempo, aquellos a los que yo había superado en altura fueron poco a poco alcanzándome (por lo que se ve, pegué el estirón demasiado pronto) y al mismo tiempo, comencé a perder atractivo deportivo para los distintos entrenadores.

Ahí comenzó mi etapa de paquete banquillero. Tenía los minutos "de la basura" y los de partidos contra rivales débiles. Salía, la cagaba un rato y volvían a salir "los buenos" para arreglar el estropicio.

Así llegué a mi etapa universitaria en la que abandoné el deporte viendo que los contratos millonarios no llegaban con la fluidez deseada.

Tras un paréntesis de varios años en los que ocasionalmente jugaba al squash, al frontón y al tenis con el único objetivo de la posterior recompensa (unos churritos con chocolate o un buen bocata con su correspondiente cervecita), y hacía algo de carrera de fondo con el cuñao, ya con 30 años decidí aceptar una oferta para volver a jugar al baloncesto. Esta vez sería en un equipo veterano aficionado de liga local.

Aquí las señales, en un principio, fueron confusas. ¡Qué digo confusas! ¡Esperanzadoras! Por primera vez en mi vida... ¡¡¡JUGABA BIEN!!! Pero, por lo visto, el destino pensó que era demasiado para mí y que más acorde a mis cualidades sería convertirme en el Prosinecki del baloncesto. Dicho y hecho. Esguince de grado 3.



El siguiente reto-deporte que acometí fue la media maratón. Siguiente lesión: rotura del tendón de Aquiles (con operación incluida).

Siguiente meta: recuperación haciendo natación y algo de carrera. Siguiente lesión: ... ¡¡¡OTITIS DE NADADOR!!! (joer, si por lo menos la otitis viniera acompañada, aunque fuera sólo un efecto secundario, de "cuerpo de nadador"...)

¡¡¡Me acabo de transformar en el Prosinecki de la natación!!!

Mirando atrás y viendo todo este itinerario vital deportivo, creo que la única conclusión válida es:

LO MÍO NO ES EL DEPORTE
Probaré con el curling a ver si tengo más éxito con él.

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