lunes, 9 de febrero de 2009

¡Qué invento eso del café!

Tras los felices acontecimientos de la semana pasada, esta mañana me he incorporado de nuevo al trabajo. Me reservo mi baja para disfrutarla cuando Lola vuelva al trabajo. O eso me digo a mi mismo.

La inexperiencia propia del primerizo me ha hecho pecar de soberbia. Me explico: me he despertado 10 minutos antes de que sonara el despertador y, con tal de no despertar a Luis ni a Lola, he pensado que un tío hecho y derecho como yo, que además es padre, tiene que ser capaz de aguantar 10 minutos sin dormirse de nuevo... Infeliz...

El resultado está claro, ¿no? En 2 minutos he tenido que afeitarme un croasán y comerme una barba. O algo así, porque me he sorprendido intentando morder la Philips... Al final he podido llegar a tiempo sin demasiados problemas.

Hasta ahora, y por otros post anteriores, sabéis que soy cafeinómano. Sin café no soy capaz de funcionar. Incluso he intentado varias veces abandonar esa adicción o al menos reducirla. Pues bien, como diría en una reunión de alcohólicos anónimos: Soy Carlos y esta mañana he bebido y mucho. He tenido una recaída. Pero esta vez está justificada. En la última semana llevo acumuladas unas cuantas horas de sueño. No porque Luis se porte mal, no. Sin venir a cuento, nos despertamos sobresaltados y nos quedamos mirando a nuestro retoño. Y eso con una frecuencia que oscila entre los 5 y los 15 minutos.

Imagino que esto se nos pasará pronto... cuando cumpla 31 y nos diga que se marcha de casa. Hasta entonces, creo que, a no ser que el médico me lo prohiba, seguiré tragando litros y litros de este excitante elixir.

Intentaré combinar este remedio con el de practicar el arriesgado deporte del sofing o de la siesting en horario de oficina (modalidad considerada por algunos expertos como Extreme Siesting por todo lo que conlleva ser descubierto. Casi más grave que estar mirando fotos "de naturaleza"...)

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